Ayudar desde nuestras propias vivencias, nuestra experiencia resulta mucho más fácil, claro está que cada ser siente a su manera y según su forma de ser. Hay casos sencillos en que las palabras de consuelo fluyen sin que tengamos que buscarlas, digo sencillos porque anteriormente ya hemos pasado por trances parecidos y nos podemos ver reflejados como en un espejo y nadie está inmune contra el sufrimiento. Las palabras que decimos son las que ya hemos oído en un momento clave o que nos hubiera gustado oír, todos más o menos somos iguales a solas con nuestros sentimientos encontrados pero sin olvidar que a pesar de las similitudes cada uno reacciona diferentemente. En ciertos casos incluso hemos de ser un poco duros para que la persona afectada recupere su equilibrio emocional, se ve tan perdida que no consigue asimilar; para el «ayudante» puede ser doloroso pues revive inconscientemente sus recuerdos de forma brutal, pero nadie dijó nunca que apaciguar un dolor es tarea fácil. Por eso mismo tenemos que estar muy bien preparado o en vez de consolar aflijiremos más haciendo que nuestro propio dolor se transmita añadiendo más congoja.
Las personas que recibieron ayuda en un momento difícil suelen ser muy generosas con los demás, saben porque vivieron en sus propias carnes el verdadero sentido del sufrimiento y quieren evitar a toda costa que otros lo padezcan en soledad pero no por eso son omnipotentes y a veces tienen que armarse de mucha paciencia y mano izquierda para llegar a donde quieren y no siempre lo consiguen, pero no por ello son torpes ni deben sentirse mal y frustradas.
Cuando el dolor es demasiado profundo solemos volvernos sordos y ciegos, nos quedamos omnubilados sin ver la realidad y sólo muy poco a poco conseguimos salir del estado de confusión que nos impide reaccionar, hasta que no tomamos consciencia de los hechos no encontramos ninguna salida y la ayuda se hace imprescindible sea con métodos tradicionales o alternativos, el primer paso es pedir esta ayuda sin pudor ni reparo y tener voluntad para salir a flote porque si somos capaces de ayudar hemos de serlo para pedirla, darnos cuenta que hemos llegado a un extremo grave para nuestra salud psíquica y que la autoayuda es sólo un complemento. Se sale casi siempre de los tragos amargos, algunos se quedan en el camino pero la mayoría suele encontrar la salida del pozo.
Ayudar no es un monopolio de los humanos y me maravilla ver como en la naturaleza los animales y las plantas se ayudan, las manadas se protegen y viven en grupos bien adiestrados para sobrevivir y evitar mayores peligros, las plantas también se comunican entre ellas y tienen unas pautas de comportamiento para reproducirse aprovechando incluso la ayuda de animales, todos los seres vivos de este planeta poseen una inteligencia nata, cada vez los scientíficos lo van demostrando con más exactitud con unos estudios muy minuciosos.
«Ayudar», creo que es una de las palabras más hermosas de nuestro vocabulario, ayudar discretamente o luchando contra cualquier cosa antinatural, gritando, hablando o en silencio pero comunicándonos todos los habitantes del planeta a pesar de nuestras diferencias porque estamos vivos y si queremos seguir existiendo dependemos de nuestra unión desde el amor y el respeto.
Los sentimientos buenos no tienen fronteras, pertenecen al corazón de nuestro planeta Gaia y ayudar es uno de los más importantes en todo el universo.