Dan Dillman                                                                                         DAN DILLMAN

El miércoles que el veterinario practicó la eutanasia a mi perrita Chipy estaba tan mal que quice probar una  experiencia, la esperanza es lo último que se pierde, me había montado mi película: el veterinario estaba equivocado, había algún tratamiento, tener una segunda opinión…

Soy bastante buena con un péndulo y después de cargarlo con toda mi energía lo puse sobre el cuerpo de Chipy, hasta los moribundos tienen un hilo de vitalidad y para mi sorpresa no se movió, se quedó absolutamente quieto, repetí varias veces sin el mínimo resultado y sin embargo la pregunta era sencilla: ¿cómo está?

Me encontraba con una amiga y pensé que tal vez era yo la que impedía el movimiento del péndulo. La utilicé como segundo recurso, todo iba con normalidad. Deduje que no era yo la que fallaba.

Ya lo habíamos probado hacía años con mi padre cuando falleció mi madre (murió de cáncer) y pasó exactamente lo mismo sin embargo sentímos su presencia un par de días, llevaba su reloj de pulsera, a las 19h 10 se paró, supe que se había ido definitivamente. Me acuerdo perfectamente hasta de la hora y han pasado 32 años…

¿El alma de los seres vivos, su energía cósmica parte antes de la muerte cerebral?

Acabo de leer una entada que me ha recordado estas experiencias:

http://maestroviejo.wordpress.com/2012/03/15/se-puede-realmente-pesar-el-alma-humana/

Supongo que al autor no le sabrá mal que ponga la referencia.

Creo que toda forma de vida tiene un alma, una energía pura que le permite viajar y volver una y otra vez bajo distintas formas hasta alcanzar el Conocimiento y siempre me he preguntado porque sólo los humanos somos dignos de poseerla, ¿tán grandes y perfectos somos? Sinceramente no lo creo.

Juan Pablo II escandalizó a los católicos declarando: “los animales poseen un alma y los seres humanos deben amar y sentirse solidarios con nuestros hermanos pequeños».

Ni siquiera me gustan las flores cortadas, claro que no se quejan pero ¿porqué no dejarlas «vivir» en vez de mirarlas como se marchitan en un jarro.

Tampoco gritan los peces cuando se asfixian lentamente…

Los monos no tienen el dón de la palabra pero las teorías de Thorndike y Köhler no nos dejan en muy buen lugar…

Soy vegetariana, no porque no me guste la carne pero si me paro a pensar el sufrimiento en nombre de la alimentación se me quitan las ganas y sin embargo respeto las personas que comen carne.

Leí hace años un libro que me revolucionó la consciencia «El mono degenerado» de George Ross, se agotó varias veces y lo guardo como un tesoro, tristemente sigue de actualidad…

He aquí mi pequeña experiencia reciente, ayer hizo 2 semanas y hasta hoy no me sentí con ánimo de escribirla.

No pretendo escandalizar a nadie, sólo me gustaría que fuéramos todos un poquito más humildes, generosos y respetuosos con las criaturas que nos rodean.